OFTALMOLOGÍA PEDIÁTRICA
El ojo del niño está en constante desarrollo hasta alcanzar su madurez a los 7 u 8 años. Un diagnóstico precoz de cualquier anomalía puede ofrecer una solución total y definitiva a la misma. La capacidad de actuación sobre los problemas oculares en este período, hacen que la prevención sea obligatoria para garantizar la salud visual de los niños.
Pese a que los pacientes pediátricos (0- 16 años) pueden padecer enfermedades similares a las de los adultos, como los errores refractivos o las cataratas, los niños presentan unas patologías y tratamientos específicos. Y lo que es más importante: existen complicaciones específicas de la infancia que requieren diagnósticos precoces. Por lo tanto las revisiones oftalmológicas son fundamentales y son recomendadas a todos los niños a partir de los 6 meses de edad.
Patologías más frecuentes
La obstrucción de vías lagrimales que produce lagrimeo y epífora ocurre aproximadamente en el 10% de los recién nacidos. Se manifiesta con un lagrimeo constante en uno o en ambos ojos que, a menudo, se acompaña de secreción mucosa y enrojecimiento de los párpados. La causa más frecuente es una obstrucción congénita del conducto lagrimal que une el ojo con la nariz. Un 90% se curan espontáneamente durante los primeros 9 meses de vida realizando maniobras de masaje del saco lagrimal e higiene de la zona. Si persiste la obstrucción a pesar de estas medidas puede ser necesario realizar un sondaje (introducción de sonda para repermeabilizar el conducto), intubación (colocación de un tubo de silicona para mantener el conducto permeable) o incluso una dacriocistorrinostomía (técnica quirúrgica para crear una comunicación entre el ojo y las fosas nasales). La ambliopía u «ojo vago» es la disminución de la capacidad visual de un ojo que no se ha desarrollado normalmente durante la infancia. Causa pocos síntomas, por lo que suele pasar desapercibida por los padres. Afecta a un 4% de niños y la mayoría de ocasiones es recuperable si se diagnostica precozmente antes de los 7-9 años de edad. El diagnóstico se realiza mediante una exploración oftalmológica completa. El tratamiento consiste en la administración precoz de la corrección óptica y de oclusiones o penalizaciones del ojo dominante para favorecer la recuperación del ojo vago. En caso de no realizarse un diagnóstico y tratamiento precoz se puede generar un defecto visual irreversible. El estrabismo o falta de alineación de los ojos es frecuente en la infancia. Afecta hasta un 4% de los niños. Puede ser constante o intermitente. Una de las consecuencias más importantes del estrabismo es su posible asociación a la ambliopía, de ahí que tanto el diagnóstico como un tratamiento de manera precoz sean fundamentales. Es importante saber que cualquier tipo de desviación a partir de los 2 años de edad no es normal y que el estrabismo tiene un componente hereditario. El tratamiento de los estrabismos varía según el tipo, pero tiene 2 objetivos principales: el primero luchar contra la ambliopía, si existe, y el segundo, no menos importante, es la realineación de los ojos. Los defectos de refracción son muy habituales en la clínica diaria. Hasta un 80% de los recién nacidos son hipermétropes de forma natural (ojos más cortos, de manera que las imágenes se forman detrás de la retina). A medida que el ojo va creciendo, en general se tiende hacia la emetropía (la normalidad, cuando las imágenes se enfocan en la retina). Los hijos de padres miopes tenderán hacia la miopía a medida que vayan creciendo (ojos más largos, de manera que las imágenes se forman por delante de la retina) puesto que la miopía tiene un componente hereditario. Los factores medioambientales asociados a la miopía están en estudio, pero se cree que puede estar asociada al sedentarismo, al abuso de azúcares y la no compensación del trabajo visual cercano. En general, los defectos de refracción se tratan mediante corrección óptica (gafas o lentillas) pero en algunos casos también es necesaria la utilización de parches, sobre todo en aquellos niños cuyos ojos presentan defectos de refracción muy dispares de un ojo al otro (anisometropía), para evitar la aparición de la ambliopía.